En Bogotá, los habitantes de calle representan una población históricamente excluida y poco visible en las estadísticas oficiales, lo que dificulta su inclusión en las políticas públicas. La mayoría se concentra en zonas urbanas con altos niveles de deterioro físico, inseguridad y problemas ambientales, como la UPZ La Sabana, donde sobreviven mediante actividades informales como trabajos ocasionales. A pesar de enfrentar múltiples formas de exclusión, muchas de estas personas poseen habilidades productivas en oficios como la construcción, el comercio, o la elaboración de artesanías. Esta realidad plantea una oportunidad para repensar la planeación urbana desde un enfoque de inclusión, reconociendo la diversidad de formas de habitar y sobrevivir en la ciudad.